Elizabeth Clare Prophet enseñó en cierta ocasión que la mejor manera que se le ocurría de explicar el descenso del karma era con una analogía: todos los días, nuestro karma nos llega en una pequeña bolsa de papel. Si nos levantamos temprano y recitamos nuestros decretos, fíats y oraciones antes de ir a trabajar — o lo que vayamos a hacer ese día, — podemos eliminar una buena cantidad de ese karma del día.
Sin embargo, una parte del karma que estamos recibiendo ese día puede proceder de acciones que se remontan a vidas en Lemuria o en la Atlántida. Si no nos purificamos a lo largo de la jornada, tendremos ese karma sobre nuestras espaldas y se acumulará en el cinturón electrónico.
No hace falta darle demasiadas vueltas: podemos aceptar que cada día vamos a recibir cierta cantidad de karma ya que así lo pedimos y ya que hemos comenzado a caminar por el sendero de la ascensión. Además, nuestro karma regresa más rápidamente que el de quienes no están en el Sendero, pero por la gracia de Dios y por la misericordia de la llama violeta, si así lo deseamos, podemos transmutar el karma a diario.
Sólo nos liberamos de la esclavitud del karma cuando ha quedado por completo satisfecha la ley de causa y efecto. Jesús reveló esta ley con las palabras: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» y «Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido».
Por misericordia y gracia divinas, al individuo se le ha ocultado lo bajo que han caído sus valores morales a lo largo de sus encarnaciones pasadas. Gracias a la misericordia divina, al nacer descendió sobre nuestros ojos un velo de olvido, de manera que no recordamos lo que hemos hecho en vidas pasadas en las que no conocíamos la ley y no comprendíamos lo que estábamos haciendo.
Percibe el karma como algo ligero
Es preferible pensar que el peso de nuestro karma es ligero en lugar de pesado. Porque cuando algunos individuos creen que recae sobre ellos un karma pesado se deprimen por ello volviéndose a la vez letárgicos y, debido a lo agobiante que les resulta sólo pensar en ello, es como si no estuvieran dispuestos a comenzar a pagar esa deuda kármica.
Si tenemos la sensación de que nuestro karma es arduo, tal vez se nos pase por la cabeza: “¿Qué más da? Nunca lo voy a lograr. Tengo tanto en mi contra que no de nada sirve intentarlo”.
Cuando alguien cree que su karma es muy ligero y se dedica a entregarlo con presteza al fuego sagrado, recorre en su ser una gran corriente de alegría. La acción de esa alegría es capaz de relajarnos y de liberarnos de los problemas que a lo largo de los siglos nos han acosado.
Hay personas que se encogen de hombros y afirman: “Es mi karma”, y no hacen ningún esfuerzo. Simplemente aceptan el karma como una carga extraordinaria sin percatarse que Dios nos ofrece Su misericordia y gracia para ayudarnos a superarlo. Por desgracia, el karma está allí, es incuestionable. No podemos ignorarlo, pues somos nosotros quienes lo creamos en el pasado.
Sin embargo, no hay que desdeñar la otra cara de la moneda: no te muestres ocioso día tras día, escatimando esfuerzos para saldar el karma por pensar que al final todo saldrá bien. Recuerda que se nos ha dicho que la ascensión no es un proceso automático. ¡Para lograrlo tenemos que trabajar!
Hemos recibido el conocimiento de la llama violeta para transmutar el karma: toda la energía mal calificada que descansa en nuestro cinturón electrónico; aunque se nos ha concedido no por mérito propio, sino por la gracia, por el amor de Dios. ¡Es su regalo que Él nos da!
Tenemos opciones. Cuando comprendemos que hemos enviado injusticia y que la justicia cósmica dictamina que aquélla regresará a nosotros, ¿vamos a vivir para siempre con este karma? ¿Vamos a volver a multiplicar esa injusticia creando una mayor porque estamos resentidos? ¿O, invocaremos al Señor, a su Espíritu Santo, Su llama violeta, para pedirle que bendiga y libere la carga a todos los seres vivos a quienes hayamos perjudicado, en alguna parte, en algún momento?
Gracia
Al tratar el tema del karma no se puede omitir el concepto de la gracia. ¡Si hay una salida! Y una parte de ella es la gracia. Estoy segura de que ninguno de nosotros podría lograr su victoria a solas. Lo intentamos repetidas veces esforzándonos al máximo, y acto seguido la Gracia de Dios asume el control y nos conduce por el resto del camino al hogar.
Amazing Grace (Asombrosa Gracia) es una canción que se suele cantar en la escuela dominical. Uno de los versos reza: «La gracia es lo que hasta aquí me ha traído a salvo, y la gracia es lo que a casa me guiará». Cuando lanzas una mirada retrospectiva a millones de años de encarnaciones, te das cuenta de lo sabio que resulta aferrarse a ese concepto de la gracia porque puede ser tu tabla de salvación en los días oscuros. De todos modos, se nos ha ofrecido por fin la libertad, y con Su gracias lo lograremos.
El camino a la inmortalidad- Clases para el alma en el templo etérico de Luxor por Annice Booth, basado en las enseñanzas de Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet.