Vol. 20 nº 34, Saint Germain, 21 de agosto de 1977
Dadle una joya valiosa a un bebé o a un ignorante, a un pescador analfabeta y él la arrojará al mar y nunca sabrá de su valor. El Cristo dijo: “No echéis vuestras perlas delante de los cerdos”. Pero amados, la vida ha arrojado una perla de gran valor a todos, y no desearéis permanecer como animales. Desea exaltaros en la deidad de vuestra Presencia eterna. La deidad y la dignidad de vuestra Presencia eterna es la que dota a los grandes seres de esta nación y de todas las naciones con el poder de la luz y la perfección de la luz.
Simón Bolívar, George Washington, el Marqués de Lafayette y una multitud de figuras históricas, conocidas como patriotas en varias naciones del mundo, se han levantado por la causa de la libertad. Ellos también fueron niños, pero dentro de sus corazones una llama empezó a resplandecer. Y a medida que se elevaban en estatura y completaban su educación formal, absorbían desde la pantalla de la vida y de sus contemporáneos a su alrededor, una gran entendimiento de la vida y su significado, y eligieron exteriorizar alguna faceta del diseño Divino que los inspiró. Y muchos de ellos eligieron la libertad y la defendieron.
¡Patriotas todos! En ellos vivió el deseo de ser libres, ese deseo de levantar sus cabezas con dignidad. Bajo la tutela de Dios Todopoderoso, respiraron el poder de la libertad con una reverencia hacia ella. Sabían que aquello que los vivificaba era la luz y la atesoraban y procuraron expandirla. Procuraron ser más nobles. Desearon hacer algo ellos mismos, pero se dieron cuenta que el poder de hacerlo no estaba solamente en sus manos.
Así que cuando fue necesario, aceptaron las limitaciones parciales, pero nunca aceptaron estas limitaciones parciales como definitivas. Estuvieron decididos en destrozar los conceptos humanos, y se apartaron de sí mismos para buscar la Deidad e invocar la asistencia de Dios Todopoderoso. No sabían nada de los maestros ascendidos durante esa época oscura. No sabían de la existencia de las huestes angelicales. Muchos de ellos tenían una fe en Dios llana y simple, y llamaban a Dios como el “Dios desconocido.” Pero Dios les contestó como el Dios conocido.
Vol. 39 nº 12, Amado Saint Germain, 24 de marzo, 1996
Amados, he esperado este día por vuestra llegada. Porque así como me levanté con los colonos americanos para firmar la Declaración de Independencia y con George Washington mientras dirigía la Revolución Americana, de igual manera, estuve con Simón Bolívar cuando luchó para liberar Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Después estuve con José de San Martín cuando combatió para establecer la independencia de Chile, Perú y Argentina. Sí, yo estuve en la escena de sus batallas para liberar a Sudamérica del yugo español, así como lo estuve con los colonos americanos mientras luchaban por su independencia de Gran Bretaña.
Algunos de vosotros sabéis que estuve encarnado como el Hombre Maravilla de Europa y que intenté sin éxito alertar a Luis XVI de la inminente Revolución Francesa. La reina, María Antonieta, me escuchó, pero las fuerzas de la revolución prevalecieron.
Ay, no pude, sino estar junto a María Antonieta cuando fue decapitada. Después escolté su alma al retiro del Gran Director Divino al Himalaya, en donde los ángeles de la curación cuidaron tanto su alma como sus cuerpos sutiles. ¡Di todo para evitar la Revolución Francesa, pero fue en vano! Los dados estaban echados.
Luego, en un intento final por establecer los Estados Unidos de Europa, respaldé a Napoleón, quien traicionó mi confianza y abusó de mi poder. Así, retiré mi patrocinio y salí de Europa, dejando al continente para que lidiara con su retribución kármica. Napoleón encontró su deceso en Waterloo, y yo, después de un receso en el Gran Silencio, dirigí mi atención a los Estados Unidos de América y al hemisferio occidental.
Mientras miraba el mundo, vi este hemisferio como el lugar ordenado por Sanat Kumara, el Anciano de Días, para vuestra victoria personal, incluso como este continente es el lugar ordenado para que nazcan las benditas almas de la séptima raza raíz.
Todo el planeta tendrá la oportunidad de traer la era dorada de Acuario, pero es Sudamérica el lugar que Dios ha escogido como el lugar que se debe preparar para la encarnación de estos santas almas inocentes, cuyos preciosos pies nunca han tocado la Tierra.
Vol. 38 nº 39, Amado El Morya, 10 de septiembre de 1995
Si miráis hacia atrás en la historia de esta nación o en vuestra nación de origen, encontraréis relativamente pocos héroes. Aun así, esos pocos, ese puñado, cambiaron la mente de los pueblos y la marea de las batallas hacia la victoria porque portaban el escudo del Cristo y del Buda en sus corazones.
¡No os menospreciéis!
Vosotros también podéis ser héroes al convertiros en vuestros propios maestros.
Con ese fin, sabed que debo enviar a cada uno de vosotros a una misión en cierto día y hora, y debéis estar listos.
Yo Morya, toco ahora con la punta de mi espada Excálibur el corazón de cada corriente de vida sobre la Tierra, a quienes considero dignos de defender mi misión bajo la tutela de la voluntad de Dios.
Iré tras estos benditos en dondequiera que estén, y los elevaré y los separaré y los haré aún más santos.
Y espero que vosotros, como sus mentores; sus padres, sus hermanos y hermanas y compañeros chelas estéis allí como ejemplo resplandeciente del Bodhisattva ideal.
Solo vuestra autocondenación podrá causar que permanezcáis a un nivel de conciencia de la cual hace mucho debisteis elevaros. Sí, el mismo peso de vuestra autocrítica constante ha impedido que os elevarais.
Si vosotros fuerais a enfrentaros a los Señores del Karma este día, descubriríais en vuestro corazón y vuestro ser los maravillosos registros que el ángel registrador ha inscrito en vuestro libro de la vida. Mucho habéis logrado amados, que tenéis el mérito de que os busque y se os traiga a este lugar de los grandes encuentros para que podéis encontraros con otras almas de vuestro mandala y juntos salgáis portando la antorcha de las Enseñanzas de los Maestros Ascendidos.
No creáis, pues, que nosotros, del Consejo de Darjeeling evaluemos vuestras corrientes de vida como algo menos que héroes y heroínas vencedores.
Sí, yo, El Morya, os digo que esto es así, ¡y es mejor que lo creáis!
¡Porque vosotros no reconocéis que sois héroes y heroínas vencedores! ¡No reconocéis que habéis tenido muchas, muchas victorias grandes y pequeñas! ¡En lugar os veis a vosotros mismos con desaliento y desprecio!
Si continuáis haciendo esto, entonces ¿cómo de pronto os veréis dignos de salir a defender la causa de aquellas almas brillantes que tan solo están esperando, esperando, esperando conoceros? Ellos literalmente están soñando ser enseñados divinamente por vosotros y regocijarse en un sentimiento de autoestima, del cual se apoderarán.