A fin de conmemorar la Navidad, el siguiente es un extracto del dictado de Lanello de la Nochebuena de 1975, La llama de la Misa de Cristo, publicado en la Perlas de Sabiduría, vol. 19, nº 50.
¿Podéis imaginaros esta noche que sois uno de los pastores en las colinas de Judea cerca de Belén? Y todo lo que poseéis en este mundo — vuestro cayado, vuestra túnica, el manto, una la cobija para calentaros — todo lo que es realmente vuestro, es esa llama. Y Dios os ha enviado para iluminar a todo un mundo con esa única llama.
Imaginaos que dependéis completamente de esa llama, no de un edificio ni de un púlpito ni de una organización, sin finanzas ni publicidad ni apoyo. Pero se os proporciona el mayor don de todos: el don de la llama de la vida. Y en vuestra alma se pone la fórmula para incrementar la llama, y nacéis para conocer que mediante esa llama un mundo puede surgir o un mundo puede retroceder hacia el vórtice de fuego y consumirse.
Me gustaría que os imaginarais que estáis entre las ovejas que representan a los que están despiertos, vigilando, esperando, llegando al centro del Aum, siguiendo al Buen Pastor, dependiendo por completo de la voz que surge de la llama, la voz que surge desde el corazón. Las ovejas conocen esa voz y vienen.[i] Vienen al lugar donde el fuego arde para gozar del calor del amor. Es una noche fría de invierno. Y así, la llama de Cristo desciende.
Imaginad que os encontráis entre los pastores que le recibieron a la estrella de su aparición; pastores que vinieron, cuyo ardiente destino era estar cerca de quien hizo llevó la llama para la redención de toda la humanidad, alguien que enseñaría a los hombres a encender el corazón, a ser un fuego, un fuego omniconsumidor, consumiendo todos los deseos inferiores y siendo sencillamente una llama. Él llegó, pues, a un entorno humilde para que este fuego resaltara sobre un trasfondo que no era ni la grandiosidad de palacios ni la majestuosidad de Roma ni siquiera la de Grecia. Él vino sencillamente a ser un fuego.
Quisiera recordaros que en aquella noche santa no había ni libros ni enseñanzas, sino solamente una llama a la que seguir. Los reyes magos la conocían como una vibración, igual que vosotros conocéis a vuestro Dios por la vibración. Ellos siguieron las frecuencias de la luz hasta el lugar donde él yacía. Quisiera que toda la humanidad viniera a vosotros siguiendo la estrella de la Presencia YO SOY, siguiendo la luz de vuestro corazón; no mi corazón ni el corazón de los maestros ascendidos, sino al Dios encarnado como la Palabra, como el fuego, como la llama en vuestro interior.
Este es el gran misterio de aprender a hacer ladrillos sin paja,[ii] de salir adelante sin bolsa ni alforja.[iii] Pues debéis ejercitar la llama. Y la llama aumentará; os envolverá. Será vuestro suministro, vuestra vestimenta, vuestra alegría diaria, la poesía de la mente, el flujo de la esencia proveniente de Dios, hasta que estéis centrados en la dicha del Buda y del Cristo. Y ahí, centrados, con la llama elevada a lo alto, atraeréis a las multitudes y vendrán a alimentarse del fuego sagrado.
Sintamos, por tanto, la libertad de abandonar los atavíos de las civilizaciones que surgen y caen. Porque no hay nada permanente sino la estrella de la Presencia YO SOY que predijo su nacimiento y el vuestro y el mío, ahora anclada en vuestro corazón.
Estad agradecidos de que Dios os creara, porque no todos los que caminan por la Tierra pueden hacer esa afirmación. Estad agradecidos de que Dios pusiera la llama en vuestro interior.