La forma más rápida para eliminar la causa y núcleo de la enfermedad es aplicar el ungüento de la luz transformadora del Espíritu Santo. La llama violeta es el instrumento del bautismo de fuego de ese Espíritu muy personal y muy presente.
El fuego violeta es el flujo de la infalible misericordia y perdón de Dios. Es el “fuego del refinador” para la purificación de los hijos de Dios profetizado por Malaquías.
Cuando invocas la llama violeta con alegría y fe plena en la promesa de Dios: “Perdonaré su maldad, y no me acordaré más de su pecado”, puedes sentir la acción alquímica pulsante del “solvente universal” del Señor disolver la causa y el efecto, el registro y la memoria celular de todas las imperfecciones físicas e impurezas que afloran desde los planos conscientes y subconscientes de tu ser.
Tu llamado al fuego violeta, con confianza y con amor dado en voz alta, es el ejercicio de la ciencia de la Palabra hablada. El llamado, por tu libre albedrío, pone en marcha el flujo del fuego violeta que transmuta las condiciones emocionales y mentales subyacentes que son causantes de todas las enfermedades.
Pero también debes arrojar voluntariamente en la llama tales manifestaciones como la ira y la irritación, el odio e incluso la leve antipatía hacia cualquier parte de la vida o persona; incluso el resentimiento sutil mantenido en tu corazón en contra de ti mismo o de los miembros de tu familia.
La curación de toda dureza de corazón, que debe desaparecer antes de que tengan lugar la sanación física y la integridad, exige la rendición incondicional de tu alma a tu amado Ser Crístico. ¡La voluntad obstinada y el orgullo humano deben entrar en la llama!
Para la ampliación de la capacidad física y espiritual de tu corazón, haz tu mantra del corazón del fuego violeta muchas veces, con una visualización muy intensa y concentrada –para y por el amor de Jesucristo. Con la práctica se logra la maestría.
Recuerda, todas las capas de tu conciencia se ven afectadas por el flujo puro de luz, directamente desde el corazón de tu Ser Crístico hacia y a través de tu corazón físico. Se necesita persistencia para penetrar hábitos ancestrales de la discordia humana que resultan en “los corazones de los hombres desfalleciendo por el temor”.
La curación es un proceso de soltar y dejar ir. Realízalo todos los días mientras le das la bienvenida al Señor en tu corazón. Expresa el sol de la generosidad a aquel que necesite de tu amor cada día.
Al eliminar las viejas toxinas de la ingratitud hacia la vida y la rebelión contra la ley maravillosa de la armonía universal, permite que tu corazón resplandezca en estas cadencias de comunión gozosa:
Oh poderosa Presencia de Dios, YO SOY, dentro y detrás del Sol:
Acojo tu Luz, que inunda a toda la Tierra,
en mi vida, en mi mente, en mi espíritu, en mi alma.
¡Irradia y destella tu Luz!
¡Rompe las cadenas de oscuridad y superstición!
¡Cárgame con la gran claridad de tu radiación de fuego blanco!
¡Yo soy tu hijo, y cada día me convertiré más en tu manifestación!
Ahora aquiétate y conoce que la Presencia “YO SOY” que es Dios dentro de ti (el Emanuel, Dios con nosotros) es victorioso sobre toda condición exterior. Acepta que esto se cumpla con el pleno poder de la Divinidad y reafírmalo cada vez que el más mínimo temor o duda invadan tu alma:
¡“YO SOY” el milagro de la llama violeta de curación en mi corazón cada hora de cada día ahora manifestado!
¡Y alabo al Señor de la Vida por mi curación perfecta ahora manifestada!
Visualiza la llama violeta de la libertad y el perdón transmutando todas las impurezas en tu corazón: físico, mental, emocional y etérico.