El Dios y la Diosa Merú son manús de la sexta raza raíz (el sexto de siete grupos primarios de almas destinados a encarnar en la Tierra). Son los legisladores y encarnan la imagen Crística para todos los miembros de esa raza raíz. Estos maestros también son patrocinadores de la enseñanza, el aprendizaje avanzado, la aceleración de la mente, el corazón, el alma y el total desarrollo del potencial del niño no nacido y de todos los niños a medida que maduran.
Este enorme retiro etérico, el Templo de la Iluminación, se encuentra sobre el lago Titicaca, a gran altitud en las montañas de los Andes, sobre la frontera entre Perú y Bolivia. El centro del retiro está directamente sobre los restos de un antiguo templo en una isla de este lago, la Isla del Sol.
En su retiro, el Dios y la Diosa Merú concentran el rayo femenino de la Divinidad para el planeta, tal como Himalaya y su llama gemela, los manús de la cuarta raza raíz, concentran el rayo masculino en su retiro etérico de los Himalayas. La polaridad de estos rayos es evidente en las filosofías religiosas de Oriente y Occidente. La austeridad y la polaridad mental en la adoración de Oriente están equilibradas por la devoción hacia el principio de la Madre y el aspecto del sentimiento de la religión prevalente en Occidente.
El Dios Merú nos habla de la fundación de este retiro:
«En las antiguas civilizaciones de aquí, de Suramérica, vimos cómo el trabajo cósmico produjo algo que está mucho más allá de lo que se ha visto en vuestro mundo moderno. Podíamos ver grandes carreteras construidas por los primeros incas. Podíamos ver vehículos de transporte que excedían con mucho aquello de lo que hoy disfrutáis. Podíamos ser testigos de los grandes templos de la verdad y la vida y la luz y el amor que crecían y se manifestaban gracias a la labor del corazón y la mente de los hombres, trabajando en armonía universal, hasta que su grandeza sobrepasó todo lo que la vida moderna—y la vida antigua en la mayoría de los casos en otros continentes– ha manifes-tado jamás. Sin embargo, hoy muchas de las regiones ocupadas por aquellos grandes templos y ciudades yacen como una enmarañada ruina de la jungla. ¿Por qué, queridos, esto es así?
«Es así porque la mente y el corazón de aquellas personas no mantuvieron el ritmo del avance científico que la vida había salvaguardado para ellas. Más bien, las personas empezaron a expresar, en primer lugar dentro de sí mismas, alguna forma de discordia; y entonces esto se transmitió a otras partes de la vida. Y entraron en juego las rivalidades, buscando mérito y reconocimiento por los sueños de su vida y el desarrollo de estos.
«Y así, fue debido al espíritu de competencia y la competitividad de las personas que la discordia entró. Y la civilización, guiada por sacerdotes de la luz sagrada que habían caído de su elevado cargo, acabó cayendo en la banalidad de la ruina. Y la ruina que se manifestó allí, en Suramérica, fue muy grande. Pero debido a la luz que habían enviado, una luz que ascendió a Dios alcanzando los cielos, la ley kármica decretó que debíamos tener aquí ¡un gran foco espiritual de majestuosa luz!
Y así, en el lago Titicaca, una región relativamente intacta por el pensamiento y el sentimiento mortal, surgió en la manifestación el pleno foco del impulso acumulado de todas las corrientes de vida y sus empeños constructivos, para fundirse en la gran llama cósmica de la iluminación. La sabiduría de Dios que construyó esas civilizaciones, pues, fue reunida y la llama que se eleva aquí, en Titicaca, es la llama de la sabiduría del Todopoderoso, que asciende como un gran pilar de testimonio para todos los pueblos y todas las naciones. Sin embargo, sólo unos pocos son capaces de entender la majestuosidad que ahora y por todos los tiempos se eleva hacia los éteres y late con la llama de la sabiduría divina para la liberación de la humanidad»
Este artículo está tomado de fragmentos del Los Maestros y Sus Retiros Volumen 1. Copyright © 2003, 2014 Summit Publications, Inc. Reservados todos los derechos.