Maestro ascendido Jesús el Cristo

Esta es la parte 1 de 5 partes, de un sermón sobre el Libro de Marcos, 12:28-34 dado por la Mensajera Elizabeth Clare Prophet el Día de Ramos del 15 de abril de 1984, en Cámelot. Está publicado en las Perlas de Sabiduría vol. 27 nº 23 del 28 de mayo de 1984.

“Y se acercó uno de los escribas, y habiéndolos oído disputar y al observar que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Y Jesús le respondió: De todos los mandamientos el primero es: Escucha, Oh Israel: ¡El Señor nuestro Dios es un solo Señor! Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza. Éste es el primer mandamiento.

Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún otro mandamiento más importante que éstos.

Y el escriba le dijo: Bien, Maestro, has dicho la verdad, pues hay un solo Dios y no hay ningún otro fuera de él. Y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, y con toda el alma, y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante que todos los holocaustos y sacrificios.

Y al ver Jesús que aquel había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y después de aquel hombre ya nadie se atrevió a preguntarle nada”.

Marcos 12:28-34

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón

Es un día excelente para tomar la enseñanza del Gran Mandamiento. Nos encontramos a Jesús en la hora de los grandes cambios en su vida: una transición, una aceleración, su iniciación de la resurrección y la de esa nueva vida de gloria en la que entra y en la que, por consiguiente, entramos con él.

Estudiamos sus palabras dadas a Juan en su Apocalipsis, y dadas hasta esta hora a través de todos los santos y profetas. Y llegamos a entender que hay una esencia, una suprema esencia de su enseñanza; y está aquí en el Gran Mandamiento.

La hacemos nuestra porque sabemos que es nuestra defensa segura. Y esta defensa es muy necesaria para los discípulos que quieren salir a curar en su nombre, a expulsar demonios, a conducir a los hombres a alinearse con su Presencia YO SOY.

Quienes desean seguir los pasos de Jesús deben entender el significado de beber su cáliz; deben comprender que se requieren gran protección y vigilancia cada hora, tomar de la copa de la comunión cada semana, recibir desde el altar el fuego del Espíritu Santo como esa protección en el camino.

Démonos cuenta, por lo tanto, de cuán grande es la protección que Dios nos da en este Primer Mandamiento de amar al Señor tu Dios. Esto quiere decir al Señor, el YO SOY EL QUE YO SOY, la Presencia YO SOY que representa a los Elohim donde están ustedes. El representante de la conciencia Divina para ustedes (de hecho, una réplica de la Presencia de Dios), es la Poderosa Presencia YO SOY.

Hay sólo una Poderosa Presencia YO SOY, pero decimos “Mi Dios y tu Dios”, como Jesús lo dijo1, reforzando el concepto de que cada uno de nosotros debe individualizar la llama de Dios y por consiguiente hacerla patente, producirla, mostrarla con su vida; con el ejemplo, con palabras y obras, con la Presencia misma, con la fragancia de su alma, mediante la vibración y la bondad, el entendimiento brillante, o cualquiera que sea la virtud; la cual es el aspecto de Dios que muestra la plenitud de la conciencia Divina que verdaderamente vive corporalmente dentro de nosotros (si así lo decidimos), como bien lo hizo en el Hijo del Hombre, Jesucristo.

Este Dios único de todo Israel es el fuego mismo de la creación, la Presencia de Dios en el Gran Sol Central, el Dios único que les puede curar todas las enfermedades si quieren ser sanados. Así pues, tienen siempre con ustedes la Presencia, YO SOY EL QUE YO SOY, que es el todo concentrado, la Persona del Padre que tiene el poder de los Elohim.

El mandamiento, por tanto, es amar al Señor tu Dios con todo tu corazón. ¿Qué es su corazón? El corazón de ustedes es un cáliz que contiene la chispa divina, la llama trina de la vida. Su corazón es un cáliz, es el Santo Grial. Contiene el cuerpo y la sangre del Cristo vivo.

Amar a Dios con todo tu corazón es con todo el moméntum de tu vida, pues el corazón es tu vida. Esto significa amar: Dirigir a Dios todo el amor y el corazón de uno.

El misterio aquí, entonces, en el Gran Mandamiento, es regresar a Dios por libre albedrío todo lo que Él nos ha dado. Y dándole a Dios todo nuestro corazón, amándole con todo nuestro corazón, estamos tomando cada fragmento de Su vida que Él nos envía perpetuamente como el Río de la Vida, como el cordón cristalino y decir: “Yo he recibido de Dios esta vida y se la regresaré con todo mi corazón”.

Así pues, el misterio del Gran Mandamiento es: La vida es una calle de doble sentido. Dios envía Su luz, él nos da libre albedrío para enviarla de regreso a Él con amor. Y si así lo hacemos, establecemos este circuito cerrado, un poderoso círculo de vida. Nadie puede entrar, nadie puede penetrar con artificios de irrealidad.

Enviarle todo el amor de nuestro corazón a Dios nos protege contra la ignorancia, contra el karma, contra las condiciones mundiales porque estamos sellados cuando estamos amando a Dios constantemente. Esto es el enorme regalo del libre albedrío. Tenemos la opción de amar o no amar a Dios, de dirigir nuestro corazón a Él o no hacerlo. Y podemos por lo tanto observar el foco de la atención, el foco del corazón; en qué se ocupa.

Pues hay algunos que no tienen un corazón puro. Hay algunos que retienen una dureza de corazón, el miedo en el corazón, los registros de muerte. Estos moméntums, que son del karma (por eso decimos que son kármicos), bloquean el flujo del amor puro, del cien por ciento de nuestra vida a Dios.

Nosotros deseamos purificar el corazón, pues todos los eventos de la vida proceden del corazón. Cuando permitimos que las energías del corazón desciendan a alimentar deseos ocultos y viejos moméntums, el poder de éstos aumenta porque nuestro poder está en el corazón. Y entonces estos deseos y moméntums nos dominan, y cuando somos retados por ellos no podemos derrotarlos porque a ellos les hemos dado nuestra atención.

Y, por lo tanto, cumplir el Gran Mandamiento en toda su esencia significa retirar la devoción y el amor del corazón diariamente de esas cosas externas y ajenas; de las cosas que ambicionamos, o del ego. Pues el ego quiere retirar de nuestro corazón la conciencia Crística presentándonos metas materiales, deseos de adquirir, deseos de toda clase de cosas en la vida. Y cada uno de estos deseos toma del corazón un poco de su moméntum.

Y después, cuando necesitamos al corazón para la curación, o para nuestro regalo supremo de dar vida a alguien, para resucitar a los muertos, para hacer nuestra propia ascensión, para ganar una causa, para respaldar la justicia, el corazón está débil, no puede actuar: No tenemos el poder pleno de la conciencia de Dios para verter ese corazón en Su deseo ni en Su devoción.

Cuando aman a alguien con todo su corazón, empiezan a conocer a ese alguien muy bien. Empiezan a sentir el latido mismo de su corazón y su alma y su espíritu. Viven y se mueven con él, pues de la devoción nace una unión.

Del mismo modo, cuando el objeto de vuestro amor es Dios (primero y sobre todo la Poderosa Presencia YO SOY y también esa Presencia de Dios en todas las personas), cuando amáis a Dios con toda la concentración de vuestra atención, empezáis a saber quién es Él realmente. Conocen al Padre. Se establecen en vuestra vida una corriente y una apertura tan grandes que ustedes hablan y Él responde. Y la aceleración de la devoción de vuestro corazón mantiene libre el camino para que la luz descienda. Hacéis una pregunta a Dios y Él os contesta por medio de Su Espíritu Santo, mediante el Hijo de Dios quien también vive corporalmente dentro de vosotros.

Si no lo practican y no lo ponen en acción y no se comunican, entonces un buen día cuando necesiten una respuesta, será como si los cielos estuvieran cerrados y no oirán nada. Bien: Si durante años no le escriben una carta a alguien y de repente tocan a su puerta y le dicen “¡Aquí estoy!”, dirá: “¿Dónde has estado todo este tiempo? No he sabido de ti. Y ahora esperas que yo sea tu amigo; de repente me necesitas. Bien, tengo otras cosas que hacer hoy”.

En otras palabras, una amistad o un amor necesitan ser alimentados, igual como uno riega una planta diariamente. Uno no debe dar por seguro este lazo de amor con Dios. Debe tenérsele devoción igual como la tenemos para nuestros allegados, y entender que ese lazo de amor necesita ser alimentado.

Cuando conocen a Dios porque Le aman y Le sienten, tienen con anticipación una percepción de la presencia del Padre en vuestra vida y en vuestras decisiones. Comienzan a saber lo que Dios quisiera que hagan en determinada circunstancia. No tienen que considerar cada uno de sus pasos porque sus pasos tienen una meta y se están dirigiendo directamente hacia esa meta. No tienen que hacerle mil preguntas a Dios, pues tienen la percepción de Su ser y saben lo que Él espera. Esto es una segunda naturaleza. Dios se ha convertido en vuestra segunda naturaleza porque Le amáis, al Señor vuestro Dios, con todo vuestro corazón.

Continúa en la Parte 2, Con toda nuestra alma


1. “Jesús le dijo a ella (María Magdalena): No me toques, porque aún no he ascendido al Padre. Pero ve con mis hermanos y diles que asciendo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios”. Juan 20:17.

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