“Uníos a la conciencia de los Tres Reyes Magos”

Los tres reyes magos

La verdadera historia de Navidad es más que una mera procesión histórica. Siempre trae una exaltación eterna, viva y vibrante del espíritu para cualquiera y para todos los que humildemente y agradecidos toman unos pocos momentos para fijar su atención sobre la comprensión de su simbología; porque la historia de la Navidad debe efectuarse para cada uno de los niños no ascendidos de la luz en la Tierra.

La Navidad, y cada celebración sucesiva de la Misa Crística, es la liberación consciente de la naturaleza Crística desde y a través del suplicante en lo visible, la expresión tangible dentro del corazón. Al permitir que el Ser Crístico irradie su pleno poder del magistral Amor Divino a través de la forma externa y la conciencia (personalidad), el alma, uno con ese Ser Crístico, eleva todo lo que contacta. Así, la Palabra, el YO SOY EL QUE YO SOY, se convierte en carne y habita entre nosotros.

Es particularmente importante que permitan que la emanación Crística que se encuentra poderosamente accesible en el solsticio de invierno, se manifieste en vuestras vidas, amados chelas, incluso es fundamental que por el uso diario de la llama violeta transmutadora os mantengáis constantes en purificar vuestros mundos hasta que el Santo Ser Crístico (que mora dentro de la llama trina inmortal de la Verdad dentro del latido de vuestro corazón) sea visible y tangible para todos los que os ven. Entonces seréis conocidos por vuestros trabajos, tal como lo fue el amado Jesús, y no por palabras solamente. Entonces vuestro ser externo se convertirá en el imán divino para atraer nuestra luz a los que podéis poderosamente ayudar.

Los Tres Reyes Magos, todos ellos ya ascendidos: Melchor, el amado El Morya; Baltazar, el amado Kuthumi; y Gaspar, el amado Djwal Kul, quizás mejor conocido como “el Tibetano”, fueron las corrientes de vida iluminadas que siguieron la silenciosa, la pequeña voz interior, los mensajes de su Presencia Crística Interior.

Esta sabiduría divina los condujo, a cada uno, desde sus moradas familiares y confortables de varias partes del Oriente para aventurarse en un viaje solitario a través de peligros, montañas infestadas de bandidos y desiertos solitarios hasta que se encontraron en el mismo lugar y a la misma hora. Vinieron no solo para rendir tributo al amado Jesús, quien vino para convertirse en el Rey de reyes –que es la clave para la encarnación de la Palabra Divina– en la era de Piscis, sino también para dar ciertas radiaciones espirituales necesarias que fueron para bendecir a la Familia Sagrada en ese tiempo y mucho después.

A pesar de que los Reyes Magos trajeron sus regalos costosos al igual que sus simbólicos regalos físicos, más importantes fueron sus dones de radiaciones sutiles y no vistas en la cual ellos, como instrumentos magistrales, dieron de Dios en lo alto a nuestro Hijo recién nacido, las radiaciones de la Sagrada Trinidad: Fe, Esperanza y Caridad. Además, le otorgaron la plena acumulación de bien desde sus propios cuerpos causales, los cuales ofrecieron libremente al Cristo, Jesús (es decir, al Santo Ser Crístico de Jesús) para que él pudiera usarlos más tarde en su grandioso ministerio a lo largo de su vida.

La enigmática estrella del Oriente fue un foco de luz de la Presencia YO SOY del amado Jesús, la cual se manifestó en su nacimiento como una estrella que se hizo visible a los habitantes de la Tierra. Esto testificó la venida de la corriente de vida de Jesús en encarnación física, de tal manera que su presencia iluminara enormemente para resplandecer su Luz en los corazones, mentes y almas de todas las evoluciones de este mundo. Esa Luz se incrementó muy poderosamente a lo largo de los primeros años de su vida y entonces se expandió con intensidad Crística a través de su ministerio glorioso, y elevó permanentemente no solo a la humanidad y a la vida elemental evolucionando aquí, sino aun la sustancia atómica del planeta se elevó en un mejor y más iluminado camino de la vida.

Es un axioma de la ley cósmica que uno se convierte en lo que pone su atención. Conociendo esto, que la conciencia de nuestros chelas esté dispuesta a dar un poco de su tiempo cada día, especialmente durante la estación navideña, para la contemplación no solo de la venida de la corriente de vida de Jesús al mundo, sino también a la venida de los Reyes Magos, desinteresados, llenos de fe y obedientes patrocinadores del Niño Cristo en Jesús y en todos los Hijos de Dios.

Al hacerlo nuestros chelas en tal unión de pensamiento y sentimiento, con sus ojos fijos detenidamente sobre la estrella de su amada Presencia YO SOY, verdaderamente unen su conciencia con Jesucristo ascendido y los Tres Reyes Magos ya ascendidos. Esta comunión con los santos acelerará la victoria eterna de cada uno que esté dispuesto a entrar en su sabio dominio de conciencia aplicada a sus actividades diarias.


Este extracto sobre la Navidad y la Epifanía es de la Perla de la Sabiduría® de Saint Germain, del 19 de diciembre de 1958, vol. 1 no. 19.

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