Este extracto es de la conferencia El sentido majestuoso de la Victoria de Mark Prophet dada el 31 de diciembre de 1969, en La Clase del Ciclo Dorado y publicada en las Perlas de Sabiduría del 2000, vol. 43 no. 1.


El sentido majestuoso de la Victoria es una creación de pensamiento tangible que requiere la meditación de los estudiantes. Y así la frase, o título, que traigo es un mantra en sí mismo. Lo voy a llamar el mantra de Víctory, porque a través de mí, lo puso a la disposición de ustedes.

Así que si todos en este salón se levantan cada mañana y dicen de siete a diez veces al sintonizarse con su Presencia: “YO SOY el sentido majestuoso de la victoria”, realmente estarán atrayendo el sentimiento adecuado, que gradualmente, al transcurrir las semanas y los meses, se clarificará y producirá el milagro del estado de conciencia que les estoy describiendo como el majestuoso sentido de la victoria.

Ahora la manera de hacerlo, por supuesto, es pensar, ante todo: “YO SOY”. “YO SOY”. De inmediato asócienlo con Dios. Ustedes son el triángulo en el plano físico de la conciencia. Dios es el triángulo en el plano espiritual. Al ponerlos juntos e invertirlos, forman la estrella de la victoria o la estrella de David.

Entonces dicen: “YO SOY”. Y dibujan sus triángulos entrelazados. Tienen el primer triángulo con dos puntas arriba y una abajo, manifestándose en la materia: quiero decir, más bien, el Espíritu que desciende a la materia. Luego tienen el triángulo de abajo con su base en la materia y los dos lados que se unen arriba en el ápice, o la manifestación Crística.

¿Qué soy?

Ahora, ¿qué soy? Yo soy un sentido majestuoso. ¿Por qué usamos la palabra majestuoso? Porque ningún sentido ordinario puede describir lo que estamos hablando. Nos referimos a la majestuosidad de la Presencia, la cual es el verdadero derecho divino de los reyes que todavía puedes aceptar hoy: la soberanía de tu propia Presencia YO SOY.

Las escrituras dicen: “y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Así, para ser un rey y un sacerdote ante Dios tienes que darte cuenta del poder de superar las condiciones externas y someterte a tu Ser Superior. Este es uno de los esfuerzos más importantes que podemos hacer, porque es un camino que tiene un final y ese final es la sintonía de la victoria de la vida.

Ahora bien, no van a llegar ahí simplemente holgazaneando por el camino. Tienen un embrague en su auto. Y mientras ese embrague esté activado el auto no va a ninguna parte. Y presionamos nuestro embrague y hacemos girar las ruedas o el motor sin ir a ningún lado porque en verdad, no tenemos realmente lo que el maestro El Morya llama estar en forma para la meta: g o a l (juego de palabras en inglés), estar en forma para llegar a la meta.

Nosotros, más o menos, nos tiramos en la playa. Disfrutamos del sol. Nos gusta escuchar las olas golpear la orilla. Y todo esto es muy bueno: el estado mental que algunas veces llamo –la mente perezosa. Les digo a las personas: “Pones tu mente en neutro” y eso es lo que mucha gente hace.

Ahora, un cierto tiempo en neutro es perfectamente admisible. Es bueno para el cerebro descansar ocasionalmente. Pero no se vuelvan el tipo de persona que disfruta de ese estado todo el tiempo y nunca entiende la necesidad de esforzarse, o como dice san Pablo: “Ceñid vuestro entendimiento para la acción”. (1 Pedro 1:13)

Cuando piensan en el esfuerzo de la mente, deben recordar que la mente aparentemente tiene cuatro esquinas. Voy a usar este pañuelo desechable. Y considero ceñir la mente no como tomarla en una punta donde todo se sale o, sostenerla en dos puntas, donde todo todavía escurre por la rampa, o en tres puntas donde todavía tenemos un pequeño desagüe, por el que se puede escurrir mucho.

Tienen que poder controlar los cuatro cuerpos inferiores del hombre por medio de la mente. Y entonces tienen un conjunto que en sí es completo. Y tienen que recordarlo porque la mayoría de las personas no se comprenden a sí mismas. No se dan cuenta que la mente es una actividad tangible y que puede incrementarse.

Ahora bien, uno de los problemas que tiene la gente, entonces, es el cerebro perezoso, ese estado neutral en el que simplemente se dejan llevar como veletas, y si la multitud sigue un camino y comienzan el baile de la serpiente, ya saben, entonces todos ponen las manos en el hombro de otra persona y siguen con el baile de la serpiente.

No pueden comportarse de esa manera si desean el sentido majestuoso de la victoria. Tienen que poder, a voluntad, defender la realidad y decirle a la gente: “estoy buscando la luz”, pero no tienen que decirlo con palabras. ¿Comprenden?

En la superficie pareciera que ustedes son parte del baile de la serpiente. Ellos no ven lo que está pasando dentro de ustedes. Pero, ah, si lo dejan saber, si se vuelven parlanchines, encontrarán mucha oposición que es innecesaria y no los llevará a las manos de Dios. Simplemente los mantendrá librando una batalla con gente que nunca cambiará su forma de pensar hasta que lleguen al mismo lugar al que ustedes llegaron.

Y cuando lleguen a ese punto, entonces estarán listos. Hasta que no lleguen a ese punto, no están listos. Entonces por qué involucrar sus energías en esas cosas tontas –como yo mismo lo he hecho muchas, muchas veces– solo para descubrir que todo lo que están haciendo es, como dice san Pablo: “luchando como quien golpea el aire”. ¿Recuerdan a Don Quijote con sus molinos de viento? Bueno, así son muchas personas. Tiran toneladas de energía y nunca logran nada.

El sentido majestuoso de la Victoria te pertenece

Así que la idea de la belleza de la luz es desarrollar el majestuoso sentido de la victoria que deseo asegurarles a todos ustedes, esta noche, que es suya. Pertenece a cada uno de ustedes. Es su derecho soberano y su realidad. No tienen que pensar que es una prerrogativa de los mensajeros o una prerrogativa solo de los maestros ascendidos. Es su prerrogativa y su derecho tomarla. Pero no tomarla y exhibirla ante los hombres para hacer que la gente vea qué grande soy. No. Cuán grande es Él.

Nuestro papel es glorificar al Dios dentro de nosotros colectiva e individualmente, per se. Y al hacerlo, desarrollamos ese majestuoso sentido de la victoria. Y qué maravilloso sentido resulta ser, porque es el sentido de Cristo. Está centrada en el siete, en la estrella de seis puntas de la victoria. Y lleva a las personas a reconocer, que cuando lo logren, habrán participado en ello, aunque es Dios quien lo hace, porque la gran marea del universo fluye solo en una dirección.

Nosotros mismos, al arrojarnos a la corriente de ese flujo, seremos arrastrados.

Y, naturalmente, cuando la corriente va por la dirección correcta y estamos en la corriente, si solo flotamos, vamos río abajo con la corriente, pero iremos más rápido si remamos. Y por eso es que les digo que no hay nada malo en remar al desarrollar un sentido majestuoso de la victoria que se convierte en un magnetismo atrayente de naturaleza espiritual que extraerá del universo el poder que necesitan y requieren para obtener la victoria.

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