Como cocreador con Dios, el hombre también recibió la autoridad de invocar la presencia y el servicio de las huestes angélicas que prometieron responder a su llamada, siempre y cuando las peticiones del hombre fueran acordes a la voluntad del Padre. Los ángeles obtuvieron la oportunidad de recibir el don del libre albedrío sólo después de que demostraran su capacidad para mantener los sentimientos puros de Dios durante siglos de alianza con el Creador e inquebrantable devoción a su creación, el hombre.

La oportunidad de evolucionar hacia arriba

El título de «arcángel» se otorgó a aquellos que llegaron a ser maestros de sus mundos «como Arriba, así abajo», y el de «arcangelina» a sus complementos femeninos. Para poder ganarse este cargo, muchos que ahora son arcángeles tuvieron que encarnar en forma humana y experimentar las mismas pruebas que los hijos e hijas de Dios. Sin embargo, algunos permanecieron en el mundo celestial y nunca encarnaron en la octava física.

Todos los arcángeles son sanadores. Vienen como maestros cirujanos a arreglar nuestros cuerpos, al igual que reparan las vestiduras de nuestra alma. No existe campo de estudio en el que no alcancen la excelencia. Junto con los Elohim, ejercen el poder de crear o descrear la vida. Los arcángeles son seres extraordinarios, extensiones del propio Dios que personifican su gracia, majestuosidad y poder.

Los elementales también recibieron la oportunidad de evolucionar en el orden de la jerarquía espiritual. Tras demostrar su capacidad para sostener en la naturaleza patrones sencillos y luego más complejos – primero una gota de lluvia, luego una brizna de hierba, una nomeolvides, una rosa, después un poderoso roble y, finalmente, una gran secoya– y tras pasar muchas pruebas de entereza, un elemental dado y su complemento femenino tienen la posibilidad de convertirse en supervisores de todo un regimiento y, después, incluso en los directores de todos los elementales que sirven bajo un elemento.

Los directores de los elementos en este planeta son los siguientes: Orómasis y Diana, quienes están a cargo del elemento fuego y de todas las salamandras; Neptuno y Luara, quienes dirigen a las ondinas y las poderosas aguas; Aries y Thor, quienes supervisan a los elegantes silfos y los reinos sin rastro del aire; y Virgo y Pelleur, madre y padre de la tierra y los gnomos.

Así, hay oportunidad para que las tres evoluciones se eleven dentro de su propio orden y no existen límites para el logro que pueden conseguir los que manifiesten la voluntad de Dios en cualquier campo.


Este artículo está tomado de fragmentos del Los Maestros y Sus Retiros Volumen 1.
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