La llama violeta es la clave para la transmutación individual y mundial. Funciona en los mundos microcosmicos y macrocosmicos, desde la partícula de materia más pequeña hasta la molécula, la mente, la materialización en el hombre y en círculos mundanos.
En su libro, El discípulo y el sendero, El Morya explica el origen y la naturaleza de la llama violeta:
La llama violeta procede del rayo violeta, ese aspecto de la luz blanca que llamamos el séptimo rayo. Es por cierto el aspecto del séptimo rayo del Espíritu Santo. Tal como la luz del sol, al pasar a través de un prisma se refracta en el arcoíris de los siete rayos de colores, de la misma manera, en la conciencia del Espíritu Santo, la luz del Cristo se refracta para que el hombre la use en los planos de la Materia.
Cada uno de los siete rayos es una acción concentrada de la luz de Dios; tienen un color y una frecuencia específica. Cada rayo también se puede manifestar como una llama del mismo color y vibración. La aplicación de la llama resulta en una acción específica del Cristo en cuerpo, alma, mente y corazón.
¿Cómo es que un rayo se convierte en una llama, y específicamente, cómo es que el rayo violeta se convierte en la llama violeta? Cuando invocáis la llama violeta, surge del corazón de vuestra Presencia YO SOY como un rayo de luz que es violeta en color. Ese rayo desciende como un poderoso rayo del sol, desde su fuente en el Gran Sol Central, a lo que se llama, el plano de la invocación. Dondequiera que estéis en el universo, en cualquier rincón de consciencia que os encontréis, el nivel desde el cual invocáis la luz de Dios se define como el plano de la invocación.
Una invocación es un llamado a la luz que se transmite desde vuestro corazón al corazón de Dios instantáneamente. La respuesta viene en la corriente que regresa. Cuando el rayo violeta desciende de vuestra Presencia YO SOY al plano de la invocación, una llama violeta brota. Dicho sencillamente, la llama es la intensificación de un rayo de luz que se acelera por medio del fervor del llamado de vuestro corazón y el celo de la respuesta del Señor. El fenómeno os hace pensar en la contraparte física: un rayo de luz del sol que pasa a través de una lupa y causa que un objeto se incendie.
Cuando invocáis la llama violeta para la curación de un problema específico, así es como funciona. Envuelve a cada átomo en vuestro ser individualmente. Instantáneamente se crea una polaridad entre el núcleo del átomo, el cual, siendo Materia, asume el polo negativo, y el centro de fuego blanco de la llama, el cual, siendo Espíritu, asume el polo positivo.
La acción doble de la luz en el núcleo del átomo y la luz en la llama violeta envolvente, establece una oscilación que causa que las densidades no transmutadas sean desalojadas de entre los electrones. A medida que esta substancia se afloja, en dimensiones de la materia no-físicas, o “meta-físicas”, los electrones comienzan a vibrar con gran energía, arrojando la substancia mal cualificada en la llama violeta.
Al contactar la esencia ardiente de la llama de la libertad, la energía mal cualificada se transmuta y la energía de Dios es restaurada a su pureza nata. Liberada de los patrones de imperfección y restaurada al equilibrio más y menos de Alfa y Omega, esta energía del Espíritu Santo, regresa al Cuerpo Causal del individuo, donde es almacenada hasta que él elija usarla una vez más para crear la obra noble de Cristo “Así en la Tierra como en el cielo”.
Esta alquimia ocurre en el plano material aunque no necesariamente en el plano “físico” objetivo; pues cada átomo de substancia tiene su contraparte en los compartimentos astrales, mentales y etéricos del universo material al igual que en las octavas espirituales de luz.