Este artículo es un extracto del dictado de Maestro Kuthumi titulado La luz del solsticio de invierno, publicado en las Perlas de Sabiduría de 1984 Vol. 27 no. 58.

Meditacion sobre Dios en vuestro corazon

Sentid la vibración de Dios en vuestro corazón. Visualizad la llama trina. El apóstol Pedro habló del hombre oculto del corazón, vuestro amado Ser Crístico. Podéis visualizar al Ser Crístico en la cámara secreta de vuestro corazón, y de pronto la cámara se vuelve del tamaño del altar y la dimensión es tal que podéis entrar y arrodillaros ante el Sumo Sacerdote de vuestro templo.

Visualicemos al amado Jesús envolviéndonos con sus brazos, más alto que nosotros, su Presencia Electrónica nos envuelve en el todo poder del Amor, el todo poder de la Sabiduría, el todo poder de la Voluntad de Dios en sí mismo. Entremos en este momento en el mismo cuerpo de Cristo de esta manera y luego entremos en lo profundo del corazón y comunicándonos allí en gloria.

Y cuando decimos el nombre de Dios, es una afirmación que atrae la Luz de Dios hacia el interior del castillo de nuestro ser. Y allí comenzamos a escuchar el sonido de los ángeles que cantan la canción de gloria del Hogar y de triunfo aquí, aquí en el corazón de la Tierra, aquí en las esferas de la materia, aquí donde vivimos para un propósito, que el reino de Dios dentro de nosotros pueda manifestarse verdaderamente aquí como el triunfo del Padre con el Hijo a través del Espíritu Santo. En el nombre de la Madre, Amén.

[Aquí repetid en voz alta el mantra «¡Oh Dios, eres tan magnífico!» Con grandes sentimientos de amor y devoción a la Presencia YO SOY.]

Arrodillaos ante el Dios vivo en la persona del Cristo vivo en el altar del ser y ofreced vuestra oración y el mandato de la Luz para «Mantén mi llama ardiendo». En esta meditación, estáis hablando directa y personalmente y cara a cara con el amado Cristo que vive en vuestro templo:

Mantén mi llama ardiendo
Con el amor de Dios aumentando,
¡Dirígeme y mantenme en mi legítimo lugar!
Presencia YO SOY siempre cercana,
Mantenme consciente de tu gracia;
Llama de Cristo, siempre alegrándome,
¡Muestra tu rostro sonriente en mí!

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