San Francisco de Asís – Dependencia de Dios

San Francisco - Maestro Ascendido KuthumiEl 4 de octubre se celebra la Fiesta de San Francisco de Asís. San Francisco ascendió y se le conoce como el Maestro Kuthumi, también conocido como Koot Hoomi Lal Singh o el Maestro K.H.

Mark Prophet habló sobre San Francisco en su charla, navidades eternas en julio, publicada en el libro The Answer You’re Looking For Is Inside of You (La respuesta que buscas está dentro de ti).

Podemos aprender mucho sobre cómo depender de Dios en la vida de San Francisco. Antes de dedicarse a Dios, Francisco tuvo una vida despreocupada y mundana.

Pero cuando se convirtió en un verdadero devoto de Dios, algo que empezó a impulsar su alma le cambió, no había piedra demasiado pesada para él. Literalmente destrozó su cuerpo por Dios.

Francisco lo dio todo a Dios y dependió de Él para todo. Y a su vez, Dios se entregó por completo a Francisco.

Entremos por un momento en la vida de San Francisco para que puedas entender lo que quiero decir.

Nació en 1181, ó 1182 en la ciudad de Asís, en Italia. Su padre era un pudiente mercader de tejidos. Francisco di Pietro di Benardone, como se le conocía entonces, tenía un amor por las cosas mundanas y un entusiasmo por la vida que le hacían ser uno de los personajes favoritos ente los jóvenes de Asís.

Cuando tenía unos veinte años, participó en una guerra, fue hecho prisionero y encarcelado durante un año.  Más tarde, se puso en camino para reunirse con los soldados que estaban luchando en el sur de Italia, pero tubo un sueño que le hizo regresar a casa.  Ya de vuelta a su ciudad natal, descubrió que no disfrutaba como solía de su antigua vida de jolgorio y diversión.  Se dedicó cada vez más a la oración y a la contemplación.

Un día tuvo una experiencia que cambió para siempre su forma de ver el mundo.  Se encontró con un leproso, cubierto de llagas.  El simple hecho de mirar al hombre le repugnaba.  Pero en vez de dejarse dominar por esta aversión, siguió adelante y al aproximarse hacia el leproso para darle limosa, le besó. Desde entonces, Francisco se dedicó a servir a los enfermos.

El siguiente momento decisivo en la vida de San Francisco tuvo lugar en las afueras de Asís en una ocasión en la que rezaba en la iglesia de San Damiano, que se encontraba en ruinas. Oyó una voz que le decía: «Francisco restaura mi casa, que como ves está cayendo en ruinas». En realidad Cristo le estaba pidiendo que salvara la Iglesia, pero Francisco interpretó la orden de forma literal.  Recorrió las calles de Asís pidiendo dinero para restaurar la iglesia.

Algunos ciudadanos se burlaban de Francisco. Se reían al contemplar al que en otro tiempo fuera un joven adinerado vestido ahora con una túnica raída y pidiendo limosna. Pero Francisco no retrocedió ni un palmo, persistió hasta reconstruir la iglesia de San Damiano, así como otras dos capillas abandonadas.

Francisco se dio cuenta de cuál era su verdadera misión cierto día, durante la misa, cuando escuchó una lectura del evangelio según San Mateo. En aquel pasaje Jesús enviaba a los apóstoles a predicar.

Jesús les decía que no llevaren «ni oro, ni plata, ni dinero».  En ese momento Francisco comprendió que Dios le estaba llamando a una vida de pobreza y predicación.

Aunque no era sacerdote,  Francisco se convirtió en un fervoroso evangelizador.  Procuraba guiar a los habitantes de Asís hacia el amor a Cristo. Aquéllos que escuchaban sus homilías eran transportados más cerca de Dios, pues Francisco tenía una habilidad única para conmover profundamente los corazones.

Pronto atrajo discípulos. Escribió para ellos una simple regla de vida y le pidió al papa que la aprobara. Los consejeros de éste le advirtieron que la forma de vida que había delineado para sus discípulos era insegura y poco práctica.  Pero el papa vio en un sueño a Francisco sosteniendo la Basílica Lateranense [la iglesia del papa en Roma], la cual tenía aspecto de estar a punto de derrumbarse. Así que el papa decidió aprobar la regla de Francisco y darles a él y a sus frailes la misión de predicar el arrepentimiento.

Las órdenes franciscanas

Un par de años más tarde, una joven aristócrata de Asís, Clara, suplicó a Francisco que le permitiera convertirse en una de sus seguidoras. Así que Francisco fundó una segunda orden para ella y para otras discípulas, conocida como la orden de las clarisas. Más adelante, fundó una tercera orden, la de los Hermanos y Hermanas de la Penitencia, para laicos que deseasen adoptar la vida franciscana sin apartarse del mundo.

Francisco tenía una fórmula sencilla para salvar a la humanidad: la imitación de Cristo y  el amor fraternal.  Enseñó a sus seguidores a obedecer el Evangelio, a cuidar de los que sufren, a predicar y a abrazar la pobreza como a una novia.

Al principio, él y sus hermanos ayudaban a los leprosos y a otros enfermos. Conseguían la comida trabajando en comercios o en las granjas del lugar.  Si no tenían trabajo, pedían lo que necesitaban, pero no aceptaban dinero. Años más tarde, Francisco predicó por el centro de Italia y viajó a Egipto en un intento de convertir a los sarracenos. Envió a sus frailes de dos en dos a predicar a tierras lejanas como España, Alemania y Hungría.

Las órdenes franciscanas crecieron rápidamente. Antes de la muerte de San Francisco, ¡la orden masculina contaba con más de cinco mil miembros! Pero esto supuso una bendición incierta porque a medida que la orden crecía, algunos franciscanos quisieron hacer algunas enmiendas al estricto pero simple estilo de vida de Francisco.  Argumentaban que no era viable. Pero él se mantuvo siempre firme a su fidelidad original a la Señora Pobreza. Entre las más atractivas cualidades de Francisco se encontraban su sinceridad y su humildad. En una ocasión, después de haber estado muy enfermo, comenzó un sermón diciendo: «Queridos hermanos, he de confesar ante Dios y ante vosotros que durante esta cuaresma he comido pastelillos de manteca». Francisco prestaba una atención especial a los enfermos y a los pobres. Incluso se quedaba con leprosos y compartía la comida con ellos en el mismo plato.

Como sabrás, a menudo se representa a San Francisco rodeado de pájaros y otros animales, porque éstos eran sus amigos. El veía la presencia de Dios en la naturaleza y por  eso sentía un gran amor y respeto por todas las criaturas. Todas las cosas creadas, decía, son nuestros hermanos y hermanas porque todos tenemos el mismo Padre.

Otra cualidad entrañable de San Francisco

Otra cualidad entrañable de Francisco era que le encantaba cantar alabanzas a Dios, y las cantaba en el lenguaje común de la gente, en vez de en latín.  En una ocasión, casi al final de su vida, en que estaba visitando a Clara y la comunidad de monjas, compuso su famoso «Cántico del hermano Sol» que ensalza al Creador y a Su creación. Y durante una semana no hizo nada más que cantarlo una y otra vez.

Dos años antes de su muerte, Francisco recibió el milagro de los estigmas, marcas que se asemejan a las heridas de Jesús en las manos, los pies y el costado.  Durante los dos últimos años de su vida, estaba casi ciego y sufría de dolores constantes. Falleció a la edad de cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco años de edad.  Sólo dos años después, la Iglesia lo canonizó.

San Francisco es uno de los santos más queridos de todos los tiempos ya que festejaba la vida y dejaba a todos prendados con su naturaleza sencilla y candorosa. Era muy humano y muy divino.  Su buen humor y su amor a la vida ― las mismas cualidades que lo habían hecho tan popular en Asís en su juventud ― eran contagiosas.

Vivir con Francisco era como celebrar las Navidades todos los días, porque para él cada día era una ocasión para imitar a Cristo y desarrollar la conciencia crística un poco más.

Voy a volver a decirlo porque merece la pena repetirlo: si nos detenemos a considerar las Navidades en julio, también deberíamos considerar que la venida de la conciencia crística se extiende a lo largo de todo el año y se entreteje en el tapiz de los días. Las Navidades deberían ser una ocupación cotidiana, y todos los días deberíamos cantar «paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad».


Extracto de la charla de Mark Prophet, Navidades eternas en julio, publicada en el libro The Answer You’re Looking For Is Inside of You (La respuesta que buscas está dentro de ti).

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